domingo, 5 de octubre de 2008

Aristócratas sin abanico, ciertos "chicos de la prensa"

El protagonismo exacerbado de colegas chapados a la antigua puede tornar inviable la protección eficaz del trabajo de los reporteros

Eduardo Suárez
El Sol de Durango

En el ejercicio de esto que por lo menos desde el siglo diecinueve se reconoce como periodismo moderno, los únicos indispensables son los reporteros. Incluso si hablamos en términos de cibernáutica y de la transmisión profesional de noticias "en tiempo real".¿Quiere esto decir que el reportero hace a la noticia, y no al revés? No, sin duda: ni lo uno ni lo otro. En todo caso, afirmarlo es por lo menos una exageración.Dejo el asunto para otro momento. Lo que ahora pretendo que despierte el interés de los lectores es que aunque es verdad que sin el concurso de estos “chicos (y chicas) de la prensa”, ni el más ducho de los editores de noticias sería capaz de cumplir por si solo el ciclo de la información periodística (toda vez que, para poder hacerlo, antes tendría que asumir el rol de aquellos), el reportero como profesional de los medios generalmente es, para otros "periodistas" y para su patrón, "el-que-menos-cuenta”. Sobre todo en lo que respecta a sus derechos como trabajador.Quizás por esto, de vez en vez los profesionales de la información periodística se reúnen, plantean sus puntos de vista alrededor del tema y, sin embargo, sus esfuerzos y su dedicación no fructifican o fructifican poco. Se apagan hasta la siguiente convocatoria, por tradición de fecha más bien lejana, con una respuesta que —por ser exigua— trasluce preponderantemente escepticismo, desconfianza.Muchas veces inmersos en discursos con tufos propios —diríase— de una cierta aristocracia en decadencia, aún tenemos en este país varios colegas que tratan de pontificar acerca de a quién debe o no considerársele periodista en México. O peor todavía: yéndose hasta el otro extremo, suponen que la clave está en atenerse a la "buena fe" con que equis o zeta burócrata o politicastro se sirva expedir, algún día, las constancias o certificados correspondientes.La inercia individualista, la soberbia, el justificado afán de competir y, sobre todo, la proliferación de mercenarios y farsantes, dificultan que esos compañeros se percaten de su condición de trabajadores. Esto quiere decir de asalariados, al margen de que consideren lo que hacen "no oficio sino profesión". Antes que “colegiación”, lo que urge a los periodistas mexicanos es construir un sindicato o una federación de sindicatos poderosos, genuinos y a la par incluyentes, para que no queden fuera más que los que fingen y los que se han especializado en infringir todas y cada una de las normas de la ética, y en donde el centro de la motivación para la lucha lo ocupen, en justicia y con plenitud, los reporteros.