jueves, 30 de julio de 2009

LA RECETA EQUIVOCADA

Roberto Rosado Sastré

Mi abuelo, el Dr. Desiderio Germán Rosado, según me platicaron, familiares y amigos, era un hombre ocurrente, simpático, y un tanto enamorado. El escritor, Gerardo Rivera, autor del magnífico libro de investigación, “Historia de la Medicina en Tabasco”, se refiere a mi abuelo en los siguientes términos.
“El Doctor Desiderio Germán Rosado nació en Bacalar Quintana Roo el 23 de mayo de 1828, su padres fueron Bernabé Rosado Bolio y Francisca Carbajal Delgado. Se graduó como Médico Cirujano en Mérida Yucatán, en donde en 1855 fue catedrático del Seminario de San Idelfonso. Vino a Tabasco en 1860. Murió a la edad de 90 años, el 28 de junio de 1918. La mayor parte de su vida la hizo en Comalcalco.”
Más adelante dice el autor:
“Desiderio G. Rosado, como se firmaba, fue miembro del cuerpo médico del Ejercito Republicano que en la Chontalpa comandaba el coronel Gregorio Méndez Magaña. Colaboro con Manuel Sánchez Mármol y Arcadio Zentella en la redacción del periódico “El Disidente”, órgano de combate con el que los tabasqueños que luchaban contra los imperialistas aleccionaban al pueblo para que se unieran a la lucha contra los invasores. Por supuesto este periódico se hacía en los montes, en los cascos de las haciendas, en fin, donde hubiera un momento de reposo, para preparar los tipos y poder hacer el tiraje.
Este médico fue considerado un sabio. Su mayor pasión fue la botánica, de la que fue también un gran propagador en el uso de algunas hierbas como la “Doña Elvira” (Echium yulgares, L.), que era el mejor antídoto contra el veneno de las alimañas que se daban en los pantanos, ríos y lagunas.
También recomendaba la hierba “espigelia“ (Spligelia anthelmina, L.), un activísimo vermífugo que después se recomendaba de unos a otros cuando se hizo popular ente la población. Pero en donde alcanzo grandes reconocimientos fue cuando hizo investigaciones científicas sobre las propiedades del “macayo” (Andira racmosa, Lam.). con la savia de este enorme árbol, confecciono las famoss “Pildoras del Dr. Rosado
A nivel nacional le fueron reconocidos sus meritos como investigador e incluso los bienes que poseía, según afirmaba el mismo, se debían a obsequios que el gobierno federal le había hecho. También realizo estudios sobre las materias cáusticas que contiene el coleóptero que en Tabasco invade los frijolares y que es conocido entre la gente del campo como “el botijon”.
Por todos estos trabajos que fueron exhibidos en diversas exposiciones, el doctor Desiderio G. Rosado obtuvo varios reconocimientos entre diplomas y medallas de oro.”
Hasta aquí el autor Rivera.
Los Rosado, llegaron a la Península de Yucatán, huyendo o expulsados de Europa, concretamente de España, por ser Judíos Sefarditas.
Mi abuelo, se que se avecindo por años en Bacalar Quintana Roo, de donde se trasladó a Tabasco, en unión de sus hermanas Enedina, Carmita y Rosita.
Recuerdo que me platicaban mis familiares, que mi abuelo y sus hermanas, fueron trasladados desde Bacalar a Tabasco, cargados cada quien en una silla, a lomo de algunos nativos, que en esa época se dedicaban a ese tipo de transporte, demasiado original, y desde luego, me imagino que necesario en esa época, traslado que se hacía por jornadas diarias y paradas ya establecidas, durante varios días.
En aquella época los pocos doctores que habían en Tabasco, como no existían carreteras pavimentadas, solo caminos y veredas, acostumbraban desplazarse a caballo para dar consultas, y siempre llevaban consigo, sobre la manzana de la silla su maletín.
Como es lógico, no tuve la fortuna de conocerlo, solo en fotografías, pero si he querido escribir, algunas de sus anécdotas.
En este trabajo, solo incluyo un cuento al que lo titulé “La receta equivocada” y que llegó a mí, como todos los cuentos de mi abuelo, por pláticas de familia.
En una ocasión, el Doctor Rosado, como le llamaban comúnmente, fue a atender a un enfermo a una ranchería cercana; después que lo reviso y platico con él y sus familiares, sobre los achaques del paciente, procedió a escribirle la receta, y al darse cuenta de que no traía recetario, saco de la bolsa interior de su saco, un papel, y allí escribió todo lo que deberían ponerle al enfermo.
Cuando terminó, les indicó, - pónganle todo esto, y mañana me van a ver para que me informen como sigue.-
Dicho y hecho, se despidió y siguió por otro rumbo en su tarea diaria.
Al día siguiente, como a la una de la tarde, llegaron a verlo apresuradamente, los familiares del enfermo muy asustados.
Al recibirlos él con la acostumbrada pregunta - ¿Cómo sigue el enfermito?-, con mucha preocupación, le dijeron:
- Doctor, sigue igual o peor, suda mucho, y como que se quiere asfixiar a ratos. Está sumamente sofocado, creo que por tanta ropa que se le puso.
- Pero como va a ser. Permítanme la receta, ustedes están equivocados. Y este empezó a leerla en voz alta.

Tres camisas, tres camisetas, una chamarra, tres calzoncillos, dos pantalones, cinco pañuelos, dos toallas medianas, tres pares de calcetínes.
Al terminar la lectura, les dijo muy sorprendido, - Pero que bárbaro son, yo les di la receta en un papel que ya antes había usado mi mujer para apuntar la ropa que le había entregado a la lavandera, creyendo que ustedes sabrían utilizarla correctamente, pero por lo que veo, no lo hicieron.
Alguno de los familiares le respondió, - Doctor, nosotros le pusimos todo lo que usted dijo, es decir, la lista de ropa que tenia la receta. -
Regresen inmediatamente a su casa, quítenle toda la ropa, déjenlo solo con la interior y con mucha precaución, con unos abanicos, refrésquenlo lo más que puedan, y denle de beber mucha agua con azúcar, mientras otros corren a comprar las medicinas que realmente trae la receta.
El enfermo, al paso de las horas, encontró pronto alivio, y así nació un cuento más del Dr. Desiderio Germán Rosado, cuyo nombre es recordado en el Hospital General de Comalcalco, que hoy lleva su nombre.