lunes, 18 de mayo de 2009

Por la tolerancia, veracidad, autonomía y crítica periodísticas

Noroeste Arturo Santamaría Gómez17-05-2009

La inmensa mayoría de los mexicanos tiene en mente tres grandes preocupaciones: la crisis económica, la crisis de seguridad y la crisis sanitaria. Lo demás, al menos en las actuales circunstancias, parece preocuparles poco. Dentro de “lo demás” están las próximas elecciones y, por lo mismo, el mundo de la política. Lo grave de la indiferencia y, peor aun, del rechazo a la política es que en el ámbito de ella es donde, en lo fundamental, cuando es gobierno, se atienden y/o se resuelven las crisis mencionadas. Las tres crisis anteriores impiden ver otra crisis, mucho más profunda, prolongada y peligrosa porque es estructural; es decir, no tiene remedios a corto o mediano plazo, como pueden ser los que se encuentren frente a las crisis económica y sanitaria. Esta crisis sistémica es la política. No se trata, precisamente, de una crisis de gobernabilidad, porque ésta se puede mantener aun sin respetar la ley, es decir, autoritaria o totalitariamente, sino de algo más grave: de la ausencia total de ética en la clase política mexicana. Tanto los políticos profesionales que gobiernan, como los que han gobernado y los que quieren gobernar carecen de ética; o si la llegan a tener cuando obtienen el poder la extravían. Justamente, la perversión de la política es la que ha provocado la crisis ética y el alejamiento de la ciudadanía de ella. La ausencia de ética lleva ipso facto a la violación de la ley. La única posibilidad que ha inventado la sociedad para contener el alejamiento de los que gozan de poder político de la ética y de la ley es la actuación vigilante y crítica de los que no tienen poder institucional y sólo lo obtienen cuando actúan colectivamente. La ciudadanía activa, no la que tan sólo nominalmente tiene derecho a votar, sino la que se convierte en sociedad civil a través de la participación constante en sus diferentes ámbitos sociales, está en condiciones de reencauzar la vida política a sus mejores trayectos y acciones. Mientras haya una sociedad civil débil no podrá haber una sociedad política medianamente sana en México. Si en esta crisis política el conjunto de los medios de comunicación sucumbe ante las presiones de la clase política en el poder, entonces, prácticamente se cerraría el círculo perverso del dominio sobre la ciudadanía. La soberanía desaparecería totalmente de la sociedad para depositarse de manera exclusiva en la clase política. Los principales medios de comunicación de México, los televisivos, sobresaliendo los que están en manos de TV Azteca y Televisa, ya tiene varios años jugando como actores políticos; son un nuevo tipo ellos a través de sus noticieros y programas de comentarios. No son, de ninguna manera medios objetivos y, por lo tanto, imparciales. Muchas cadenas de radio se sintonizan en la misma frecuencia. A su vez, pocos, muy pocos diarios hay en el país que sigan siendo fieles o busquen ser amistosos con la imparcialidad, la pluralidad y la veracidad, abiertos a la crítica de sus lectores y a la autocrítica de sus participantes. Es por el anterior contexto que Noroeste no puede ceder ni un milímetro en la trayectoria que ha tenido. Debe continuar siendo una tribuna plural, crítica y autónoma, incluso acercándose más a los ciudadanos y tomando su distancia de los partidos políticos cuando éstos lo quieran hacer partidario. Más aun, debe arriesgar a dar espacio a la crítica al periódico. Es por estas razones que las opiniones críticas, aun pudiendo tener intereses partidarios, como las que expresa el lector, antes columnista de Noroeste, Ricardo Espinoza de los Monteros, tienen espacio en esta columna. Espinoza de los Monteros critica la opinión de Ignacio Muñoz, columnista de Noroeste, por conminar a los lectores a votar en Sinaloa por un partido distinto al PRI en un artículo que se llamó “¿Y qué puedo hacer yo?”, pero Muñoz sugiere, según dice el lector, que los empresarios locales lleven a los empleados a votar, el cual sería “un expediente que suena a corporativismo trasnochado…que tanto ha criticado el PAN, partido de las preferencias obvias y ostensibles” de Muñoz. En la opinión de Espinoza de los Monteros, Muñoz dice “cándidamente” que los políticos “buenos” son los del PAN y “malos y simuladores” los del PRI. Muñoz, dice Espinoza de los Monteros: “… no está arriesgando opinión, está dado lecciones de democracia para párvulos!”. “A mí no me asusta el periodismo militante –continúa diciendo el lector- y las líneas editoriales con sesgo ideológico político. Eso pasa en la mayoría de los medios de comunicación. Lo que irrita es la demagogia y la torpe simulación. Si a Muñoz le gusta el PAN, que lo diga! Que no permanezca embozado y en el closet ideológico. Si presume de valiente, que se aviente al ruedo mostrando sus cartas y sus preferencias políticas y que deje de repetir el cuento para engañabobos de la 'política ciudadana'". Ignacio Muñoz, sabrá si responde o no a estas críticas de un lector de Noroeste que, es necesario decirlo, muchos lo saben en Culiacán, ha sido periodista que no oculta sus preferencias por el PRI tal y como lo hizo en muchos de sus artículos publicados hace algunos años en este mismo diario, pero como Defensor del Lector consideré importante ceder espacio a una opinión que polemiza. Sin embargo, yo mismo quiero disentir de una de las ideas que aquí expresa Espinoza de los Monteros. A mí tampoco me asusta el periodismo militante, pero no me parece el mejor; más bien creo que es el peor de todos. Es justamente el periodismo que más se conoce en México ya sea disfrazada o abiertamente. Es el que ejercen Televisa y TV Azteca y casi todas las radiodifusoras. Estos siempre juegan al partido ganador, a quien esté en el poder. La Jornada, por otro lado, como medio escrito, no oculta sus preferencias partidarias, pero las televisoras simulan equilibrio periodístico. Reforma, otro diario capitalino, quizá no tenga preferencias partidarias fijas pero sí ideológicas, aunque permite la opinión plural a través de sus columnistas. Creo, finalmente, que si Ignacio Muñoz no expresa abiertamente sus preferencias partidarias pues está en su derecho de actuar así y Espinoza en criticárselas. Nadie puede obligar a un columnista que cambie su estilo, ni su ideología, ni sus preferencias políticas. Aunque yo también criticaría cualquier coerción corporativista del voto provenga de donde provenga. Pocos parecen preocupados por el futuro de la política en México a pesar de la insanía en la que está hundida. Ante ello, ante el peligro de que los espacios públicos queden en pocas manos y sucias, medios como Noroeste deben ser ejemplo de apertura, pluralidad, crítica, autonomía y tolerancia a la diferencia.


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