sábado, 27 de agosto de 2011

Las encuestas del PRI amañadas y truculentas

Lic. Román Jiménez García

Y a como van las cosas, a lo mejor usted pensará que mis gallos no salieron en las dichosas encuestas, por eso mi posición en torno a este tema del Partido Revolucionario. Pero no es así, lo que escribiré lo realizaré desde una perspectivé ciudadané jajajaja (es decir desde una perspectiva ciudadana), con la mayor objetividad posible y siendo completamente leal a mis principios y convicciones.
Quiero agregar que las encuestas que en estos días no solo realiza el PRI, sino también los demás partidos carecen de la responsabilidad y objetividad que el pueblo exige, y también sus simpatizantes. Todavía no se ha aprendido que el partido gasta y sufre menos cuando se lleva un buen gallo, todo lo contrario si se intenta imponer o simular en los procesos internos de los partidos, entonces el proyecto sale mucho más caro de inicio a fin.

Y como bien lo relata el colega Víctor Alejandro Espinoza “Hasta antes de las elecciones presidenciales de 1988, las encuestas o sondeos de opinión política no eran utilizadas en nuestro país. No eran necesarias; se sabía con mucha anticipación quién triunfaría en una elección. Las encuestas son parte consustancial de la democracia. Hoy resulta impensable un proceso electoral sin las mediciones provenientes de los sondeos. Las hay de todo tipo, desde las representativas hasta aquellas que simplemente se aplican en la calle al azar o por teléfono y que sólo brindan información parcial de cierto segmento de la población”.

“Desde luego, como todo en esta vida, hay empresas profesionales especializadas en encuestas y otras que elaboran trajes a la medida; de ello no me queda la menor duda. Me dirán que a estas últimas les va en juego el prestigio; no les importa con tal de obtener jugosas ganancias. Lo importante es que las encuestas llegaron para quedarse y no hay político, partido o gobierno que no esté midiendo las intenciones y preferencias electorales de manera continua”.

Es así como llegamos a Comalcalco, con encuestas disfrazadas y maniqueas, que intentan posicionar a los más débiles y no sólo eso sino también a quienes son rechazados por la misma sociedad, mientras los demás callan, o se someten a este ridículo espectáculo de luces y maquillajes.

Es lamentable porque en principio se siguen burlando del trabajo de un partido y del sentir de la gente, pero no sólo eso, es más lamentable la posición de algunos lidercillos, que buscando llegar, destruyen, manchan, retroceden y truncan toda posibilidad democrática, de desarrollo, y de confianza, es decir se llevan a toda la institución política con ellos.

Y después el cuento y la moraleja es conocida, la derrota, y el divorcio y las cicatrices y las polarizaciones entre el partido la gente, entre el político y el partido y entre la gente y el político, etcétera. Recordemos un ejemplo que acaba de sucumbir, como lo fue May y Rosado, Javier May, presidente Municipal y Oscar Rosado, secretario del ayuntamiento, ambos perdieron todo, y quedaron como grandes infames dentro del municipio y del mismo partido.

Quizá pocas personas vean o presientan, en sus recorridos por las rancherías y villas, que las cosas han cambiado y que ya no son los tiempos de antes, la gente, los delegados y seccionales que también son gente, saben esconder su sentimiento, saben responder lo que quieren que respondan pero a la hora de la hora todo cambia, y vienen las grandes derrotas y los grandes sin sabores de la política.

Vuelvo a invocar esos días, cuando el príncipe Rosado se paraba en las comunidades, en las rancherías y preguntaba ¿Quién es el más bonito de Comalcalco? Todos decían tú, tú, tú, y nadie más que tú y tú y tú su opulencia y talentosa alma bondadosa.

Pero Oscar Roscado, perdón Rosado, ciego de poder, no veía que sus súbditos y plebeyos y su pueblo, a quien le rendían pleitesías no era a él, sino más bien lo que sus cercanos y supuestos simpatizantes hacían era un simple arco reflejo a no perder el poco apoyo que recibían. Tontos estaban para decirle al secretario del ayuntamiento que estaba feo, raquítico, ojeroso y cadavérico.

Lo mismo ocurre hoy día, en donde las encuestas intentan disfrazar una verdad contundente, Comalcalco no tiene dueño, las encuestas engañan, mienten, y arrojan resultados contrarios al sentir del priísmo y del pueblo, dos sentires que al tiempo se unifican.

En mi particular punto de vista, quienes queremos un cambio profundo y no a medias tintas, exigimos congruencia, compromiso, y lealtad con nuestra generación. Es momento de hacer las cosas bien, de dejar de aplaudir las ignominias para afrontar con decoro el presente y los retos que como sociedad tenemos por delante.

Tenemos que buscar plataformas políticas congruentes, y capacitadas, que vayan encaminadas por el sentir y expresión del pueblo, hechas de la misma necesidad, no de la necesidad de quienes tienen el poder y quieren más. Y si no llegase a existir lo que buscamos, pues lo hacemos, ¿o no acaso como pueblo hemos dado tantos tropiezos, y lecciones y nos hemos vuelto a levantar, una y otra vez?

Hoy en palacio, en los partidos políticos, en la alta burocracia se respira miedo, el miedo que provoca la posible derrota y el sin sabor de perder el poder. Hoy con los aspirantes que marcan las encuestas a presidente municipal, se pierde Comalcalco, y entre las patas de la derrota, también, se pierde la gubernatura. Por qué manifiesto la derrota y hablo en plural, porque al final quienes pagamos los platos rotos de malos candidatos, de pésimas y corruptas elecciones internas, somos el mismo pueblo, y una muestra de eso puede ser tema de tesis en esta actual administración priísta.

Hoy el PRI de Comalcalco, luego de los murmullos y de los resultados, y de las encuestas, ha quedado mal parado, independientemente de la polémica resultante al interior, de afuera se observa la distancia tan grande del partido con sus simpatizantes y todavía los años luz con el pueblo.

Veamos como salen los otros partidos, y sigamos admirando como la mala hierba sigue creciendo… obviamente al final, el pueblo tendrá la última palabra.