jueves, 6 de enero de 2011

El presidente terco y el gran José María Arguedas

Juan Mauricio Muñoz


Hace unos días el ministro de Cultura, Juan Ossio, detalló que al presidente (sí, ese personaje nefasto que aún no acepta que es el “mal menor” y que lo hemos tenido que aguantar cinco años) no le agradó la idea de que el 2011 sea considerado el año de José María Arguedas. Tampoco quiso la denominación “Todas las sangres”.

A Ossio (quien en parte tiene culpa por no insistir para que este año sea denominado en honor del autor indigenista) no se le ocurrió mejor idea que denominarlo “Centenario de Machu Picchu”.

Es posible que García cuando sea consultado sobre este tema, diga que es para bien del turismo (¿?). Perú es un país turístico. Eso lo sabe el mundo entero. Pero que mejor idea hubiera sido llamarlo con el nombre del autor de Yawar Fiesta, el que unió dos culturas diferentes, el que entrelazó el quechua con el español, el hombre de todas las sangres, el que sufrió un tiempo en prisión injusta en esa pocilga llamada “El Sexto” (donde compartió celdas con apristas), el que dejó un legado enorme con cada uno de sus libros, el que se mereció el Nobel de Literatura (después de Vallejo), pero no, el señor presidente, en su majadería de seguir jodiendo la cultura dijo que no.

Incluso la arqueóloga Ruth Shady se sorprendió de tal elección, porque sostiene que Arguedas es un “personaje simbólico que tiene un mensaje, un contenido y un significado muy importante para toda la generación actual y futura”.

La poeta, periodista, y recientemente designada Secretaria Ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos Rocío Silva Santisteban escribió en su Columna Okupa de la sección Domingo del diario “La República” (tal como indica la vate, la columna fue redactada cuando no se sabía aún que el año 2011 sería nombrado “Año de Machu Picchu al mundo”) que “lamentablemente los latidos del país nunca estuvieron atentos a José María Arguedas. ¿Qué billete ha llevado su rostro?, ¿qué estatua de homenaje se ha levantado en un lugar céntrico de la capital?, y lo que es peor, ¿qué edición popular ha impreso el gobierno peruano para difundir su obra? Ninguna.”

Son reflexiones que nos hacen pensar que camino estamos tomando a favor de la cultura. La cabeza de un gobierno debería empezar por ese cambio cultural. Pero no lo hace, ni lo hará.

La negativa, a mi parecer, no es literaria sino política. Arguedas era un hombre de izquierda. Creía en la revolución socialista, y esperaba ver a este pueblo peruano tan desunido y racista (como lo sigue siendo, lastimosamente no ha cambiado en nada) en pos de un bien social. A García no le habrá parecido que sea llamado este año así por intereses políticos, por el acercamiento de las elecciones y pensará que el nombre del autor puede ser utilizado para estos fines. Sin embargo, esto es solo una suposición, y no debió mellar este nombramiento.

El congreso se ha quedado con los brazos cruzados como si ese tema no le incumbiera, pero discute por el “año del pollo a la brasa”. Discute por estupideces, pero se olvidan de aquel hombre que con su literatura nos hizo sentir el Perú profundo tan cerca de nosotros.

Soy arguediano de corazón. Leí la mayoría de las obras del escritor andahuaylino cuando tenía quince años y mi visión del mundo andino cambió. Como puede cambiar el enfoque de miles de jóvenes que viven en una ceguera lóbrega sobre la cosmovisión andina. Este es el año del natalicio de José María Arguedas, que no quepa duda, Ayacucho es una de las primeras regiones que ha hecho oídos sordos al llamado de García. Y digo una de las primeras, porque próximamente tendremos más regiones que se rebelarán contra este nombramiento, y gritarán a viva voz: El año 2011 es el “Año del Natalicio de José María Arguedas”. Que no se diga más.