domingo, 1 de agosto de 2010

Mujeres que tejen su historia

*Carmela dirige un grupo de artesanas que está mejorando su forma de vida a través de la venta de sus textiles

José Salazar
Noticias

A más de mil 200 metros de altitud, Pantelhó figura en las estadísticas por ser uno de los municipios con menor índice de desarrollo humano. Al estar en el pueblo y recorrerlo se puede constatar la carencia de infraestructura: calles deterioradas, casas en ruinas, personas tiradas en las banquetas agobiadas por el alcohol, jóvenes menores de 15 años cargando en la espalda a sus pequeños.
Haces tres meses Pantelhó dejó de figurar por sus carencias; en México, Alemania, Estados Unidos, se ha hecho presente por el colorido de sus lienzos plasmados en: huipiles, morrales, fajas, carteras, que las mujeres han tejido y trasmitido de generación en generación. Esta actividad se ha convertido junto con la agricultura en una forma de ingresos para las familias, por ello al igual que cantinas, las tiendas de hilares abundan.
—¿Cómo fue que las artesanas, se distinguieron ante sus carencias?
Esto fue por los apoyos del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart), que las ayudan con recursos para que las mujeres compren hilos, agujas; es decir, lo necesario para elaborar huipiles, para que los vendan en las tiendas de la dependencia y participen en ferias, donde pueden dar a conocer sus trabajos, venderlos, y de esa forma mejorar sus condiciones de vida.
Con estas acciones, las artesanas de Pantelhó, mujeres humildes, que debido a las condiciones, carencias, usos y costumbres, tejían porque de esa forma mitigaban el dolor, o hacían la ropa para el uso diario; se dieron cuenta que los tejidos tenían un valor, que podían obtener dinero para vivir mejor y recursos para desarrollar esta actividad.
En ese proceso, con las primeras ganancias, la obtención de recursos para continuar, algunas mujeres dejaron de trabajar, empezaron a decirles a las demás artesanas que mejor recibieran el recurso y se lo quedarán… algunas aceptaron, otras se separaron y formaron otros grupos.
Uno de esos grupo lo representa Camerla Gómez Pérez, una joven de 19 años, quien prefirió seguir trabajando, esto provocó que las otras mujeres iniciaran una campaña de desprestigio en contra de Carmela. Para ella, esto fue suficiente para rendirse:

Señalamiento y depresión
—Me sentía mal, no quería salir de mi casa, cuando las mujeres del grupo artesanal venían a buscarme no las quería atender.
—¿Por qué?
—Porque decían que era una mala mujer, por eso yo no tenía marido, que andaba de alborotadora. La idea de formar el grupo era un pretexto para salirme de mi casa con algún ladino.
En este proceso, se presentó la oportunidad de salir a vender a la Feria Internacional de Texcoco, debido a que las mujeres que representa no hablan español, tenía que ir. Pero las mujeres no dejaban de hablar.
—¿Qué paso, cómo fue que tomaste la decisión de asistir?
—Un día antes de partir hablé con los organizadores para decirles que no asistiría, pero ellos insistieron, la mercancía del grupo estaba lista, meses de trabajo; así que al final asistí.
Resulta un poco difícil hablar con Carmela, a pesar de liderar a más de 42 mujeres es tímida, tiene una risa muy particular: cuando se sonroja contesta en tzotzil. Ella es morena, de un metro 50 centímetros, la mayor de ochos hermanos. Viste siempre con ropa tradicional que ella misma elabora, pero con la característica de utilizar bordados antiguos.
—¿Cómo es que ganas el segundo lugar nacional?
—Conocí a una muchacha de San Andrés Larráinzar, y, como ella participaría en el concurso, me insistió, así que metí al concurso un huipil.
—¿Te imaginabas entre los ganadores?
—No, me espanté mucho. Cuando mencionaron mi nombre, no sabía qué hacer, recibí mi premio, esperé lo necesario y salí de allí.
—¿Cómo te sentiste?
—Emocionada, porque estuve a punto de no asistir, porque allí encontré amigas, seguridad, además que vendí mucho. Encontré un mundo lleno de oportunidades, para mí y para quienes represento.

Representante exitosa
—¿Cómo regresa Carmela después de participar en la feria de Texcoco?
—Con mayor seguridad, con dinero para las mujeres que fui a representar, con esperanzas de querer trabajar, de mejorar el trabajo que realizamos, de capacitarnos y conseguir recursos para trabajar.
—Haz pensado que hubiera pasado si los organizadores no te hubieran insistido en participar.
—Que continuaría con la venda que no permite ver a las mujeres que sólo quieren recursos para continuar en la misma situación.
—¿Cómo te ven en tu casa después de tu participación en la feria?
—Me respetan, mi voz se escucha y tiene valor, las mujeres artesanas tienen fe en el trabajo que realizamos, en el grupo. Porque con los contactos que hice, entregamos pedidos, vendemos bien.
—¿Tienes estudios?
—Estudié primaria, aunque no la terminé; me gustaría seguir estudiando, pero ahora tengo que pensar en “Xchic Luch, Cruz con Espinas” el grupo que represento; lo que si me gustaría es aprender a usar la computadora y hacer cuentas.
—¿Por qué no te has casado?
—Porque así estoy mejor, en mi casa las cosas cambiaron, yo decidiré cuándo, ahora tengo otras cosas que hacer.
—¿Dónde se ve Carmela y su grupo en dos años?
—Que las mujeres artesanas de Pantelhó se unan para salir adelante juntas, siendo un mismo grupo, sin enemistades y habladurías, porque es la única forma de salir adelante. Yo trabajo con ellas, más capacitada, con una mejor vida.
“Ya no quiero hablar”, dice mientras acaricia un llavero donde están las fotos de sus amigas, a quienes conoció en la feria, dos jóvenes igual que ella, de diferentes pueblos, pero con la fortaleza necesaria para romper los paradigmas de su cultura, dispuestas a construir su propia historia.
Las artesanas continúan llegando a la casa de Carmela, se sientan alrededor, la observan, ella se pone cada vez más nerviosa, mueve la cabeza hacia el lado izquierdo, ya no me preguntes, hasta caliente siendo la cara, sonríe, se nota su timidez, pero en su semblante se nota su valor.