domingo, 1 de agosto de 2010

Los avatares de una maquilladora

La poetiza de los muertos

La historia de uno de los trabajos más laboriosos, y donde se encuentra con cada anécdota diferente cada día.

Juan Mauricio Muñoz

Son las cuatro de la mañana. Al lado de una cama de dos plazas, el teléfono suena. Liliana, somnolienta, se levanta para contestar la llamada que ella aguardaba. A través de la línea, una voz gruesa dice “Ya llegó el cadáver. Te esperamos”. En menos de quince minutos, un taxi se estaciona al frente del edificio donde reside. Y en media hora, su destino es un lugar oscuro y tenebroso: una funeraria en la avenida Tomas Marsano.

El trabajo de Liliana es un arduo proceso de maquillaje. Sin ella, el finado no saldría ante la luz de todos para ser visto por última vez. Pero, ¿cómo comenzó esta mujer cuarentona, divorciada y con un hijo de veinte años en el maquillaje de cadáveres? Su entrada a este mundo silencioso fue casual. Liliana ingresó a la Funeraria Inversiones Peiyeye como secretaria, gracias a su hermano quien era el administrador del lugar. En ese entonces, Lily, como la conocen todos, embarazada de unos meses, no hallaba trabajo, así que su hermano le propuso cederle un puesto de secretaria, la cual aceptó gratamente.

Después de varios meses de haberse ganado el respeto y cariño de todo el personal, incluido el dueño y con una enorme barriga gestando, llegó un día un cadáver maltrecho, causa de un accidente. “El hombre estaba deforme, así no podía salir a presentarse ante sus familiares y amigos, ¿cuál sería el último recuerdo que se llevarían de él con ese rostro?”, se pregunta mientras recuerda aquel día.

“Pedí que aún no pusieran el cuerpo dentro del féretro, podía hacer algo. Me dijeron que era imposible pero igual me lo dejaron.” Cuando estuvo a solas con el muerto, sólo ella y él, Liliana, pacientemente, reorganizó el cuerpo, pero sobre todo lo maquilló espléndidamente, tanto así, que hasta los familiares del difunto le agradecieron su hazaña.

A partir de ese instante, se sintió en otro mundo, un mundo el cual deseaba recorrer, y le propuso al dueño de la compañía, quien también era su jefe, dedicarse al maquillaje de cadáveres a tiempo completo, el jefe aceptó sin balbucear, porque se enteró de aquel adefesio que lo convirtió en un adonis durmiente.

De eso ya veinte años, hoy es experta, si es posible utilizar estos términos, en acabado de cadáveres. El tiempo es el único testigo que Liliana, la señora gordita de ojitos saltones y una sonrisa impenetrable, ha visto de todo, ha luchado con inconstantes, ha salido adelante sola con su hijo, pues su ex esposo se mandó mudar porque no deseaba procrear vástagos.

El proceso del arte de maquillar difuntos no es fácil. “Yo aprendí todo esto con el tiempo. Cuando el cuerpo llega en pésimo estado, debemos abrir un hueco en el estómago para que toda la sangre fluctuara hacia fuera y podamos añadir el formol. Después, se baña y maquilla al difunto. Tal vez suene tedioso, pero no lo es, cada ser humano es una aventura.”

Mientras conversa, Lily, se expresa en plural, porque cuenta con la ayuda de Natalia. Una joven simpática que ha estado como su ayudante desde hace cuatro años. Natalia, parece haber heredado el silencio sepulcral de los muertos, apenas dice algunas palabras y no sonríe mucho, pero aprendió el proceso rápidamente, “sin mi Naty, mi mano derecha, no sería nada” dice Lily, sonriente, orgullísisima.

Dentro de un cuarto oscuro donde están ubicados todos los cadáveres, hay un ataúd donde hay un hombre cincuentón boquiabierto con un rostro en descomposición, “a este le dio paro. Tenía 45 años nomás.” Saca de una pequeña maleta unos guantes blancos para reinventar ese proceso diario que equivale madrugarse para que los familiares queden satisfechos, es toda una proeza. Porque esta señora limpia cada pómulo con tal esmero que uno se sorprende como terminan estos cuerpos. Irreconocibles a primera vista a un estado seminatural, como si el difunto sólo descansara y estuviera reposando.

Liliana le conversa al difunto, y al mismo tiempo a Natalia, quien asiente de todo lo que dice Lily. Conversa plácidamente, para ella el trabajo es una alegría, maquillar muertos es parte innata e inseparable de su vida, “jamás en estos veinte años que trabajo acá, he faltado algún día.”

Mientras va maquillando cuenta una anécdota después de una pregunta fuerte la cual atavía su garganta, por unos segundos, deja de maquillar al señor, los ojos le lagrimean, un sollozo desciende por su rostro. “Los más duros momentos de este trabajo fue cuando tuve que maquillar a mi madre. Creo que encontrarme a solas con mi madre, me ayudó a encontrarme conmigo misma. Le pedí perdón por muchas cosas. Pero el muerto, muerto está”, dice acongojada.

Tantas noches desvelada, con sus únicos testigos, la luna, las estrellas y su ayudante fiel quien no la ha abandonado en ningún momento, Natalia, además de aquellos seres mimetizados que no tienen nombre, que ya no estarán en este mundo, “Dios se los ha llevado a un mundo mejor” dice entre alegría y tristeza, con razón, porque ella les da su último retoque en vida, después será puesto en el ataúd o cremado y el tiempo, ese impenetrable tiempo se los llevará con el olvido en unos años. Y Liliana es un Picasso, un Modigliani en versión femenina. La artista desconocida para que terceros, desconocidos para ella también, queden satisfechos en sus congojas.

Los pómulos del cadáver relucen ante tanta oscuridad, Lily y Natalia se deben apurar, ya llega la hora de entregarlo. La familia debe dar el visto bueno. Y con ella se van demasiadas anécdotas, demasiados muertos, demasiadas vidas.

*Publicado en la revista literaria argentina “La Pecera” y la revista de tendencia dark “Como Loca Mala”


Juan Mauricio Muñoz (Lima, 1984): Es autor del poemario “El Lado Oscuro” publicado en Buenos Aires, Argentina (Editorial De Los Cuatro Vientos, 2010).


En el 2008, obtuvo el tercer puesto en poesía y cuento en los Juegos Florales organizados por la universidad Ricardo Palma. Sus cuentos y poemas han sido publicados en revistas digitales y literarias de México, Chile y Argentina. Ha formado parte de antologías como “Avisos (Des) Clasificados Vol II - Colección de cuentos de Cinosargo 2009” (Arica, Chile) y "Cuentos Alígeros" (Editorial Hipálage, Madrid 2010).

Es editor del blog "Las Voces Peruanas" donde publica a escritores y poetas nacionales e invitados internacionales.