martes, 30 de marzo de 2010

Vicisitudes horas antes del Viacrucis

José Salazar 
Fotos: Fernando Villafuerte
Noticias

El sol es intenso, la temperatura bajo la sombra supera los 36 grados centígrados, es domingo de ramos (el primer día de la semana santa, período en que conmemoran la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo). Las calles que rodean la catedral de San marcos, están adornadas con ella.

La bendición de la palma es una antigua tradición en país, pero en nuestro estado, y la capital chiapaneca, esa tradición se convirtió en la forma de subsistir para las familias y mujeres de Aguacatenago, ejido de Venustiano Carranza, quienes se distinguen por sus tejidos, y también por el alto índice de marginación en la que viven las familias, mismas que los orilló, a que el juego de tejer la palma de monte, se convirtiera en una forma de llevar un ingreso al hogar.

EL VIAJE

Ellos, llegaron el viernes, con las mudadas suficientes para tres días, cargan por familia tres costales llenos de palma fresca; para venir aquí dice Mercedes Vázquez, quien lleva más de 20 años, tienen que viajar cuatro horas, gastar 65 pesos por persona.

Ella, tiene envuelta la cabeza con un trapo, los labios secos, cuando habla se puede observar lo espeso de su saliva, le faltan algunos dientes, pero sonríe, el sudor escurre por su cara, en su manos sostiene una palma, mientras plática, teje la palma, hasta darle la forma de una cruz, este proceso le toma sólo unos minutos.

En los dos días que llevan en la ciudad, Merecerles, Elena, Luisa Marta… quienes realizaron el viaje para vender cruces de palma, han dormido en el piso, mirando a las estrellas, cubriéndose del frío y soportando el intenso calor; algunas no se han bañado, comen cuando el hambre les aprieta, y sólo compran cuatro s ordenas de comida que comparten entre ellas, con los niños y los esposos.

MAL PAGADO

Afuera de la catedral, algunas sentadas sobre un trapo, otras paradas, tienden los mandiles donde colocan las cruces de diferentes tamaños; la personas que acuden a misa de 12, pasan sin detenerse, quines se detiene para comprar, se indignan porque la cruz de palma les cuesta cinco pesos.

— Por qué tan cara, dámelo más barato, te voy a llevar varias, dice una señora de 50 años, con sombrero redondo, lentes de sol, vestido, blanco, que minutos antes descendió de un Toyota del año.

— Llévelo a tres pesos, cuantas va querer.

— Quiero cinco de las más grandes y frescas.

Es difícil que las personas valoren el trabajo y el esfuerzo, por eso tenemos que venderlo barato, si vendiéramos cerveza o refresco, lo pagarían…pero algo tiene que salir, es preferible venir, que estar en el pueblo sin ganar nada.

La palma que utilizan la recolectan del monte, duermen en el piso, ese el único apoyo que les brinda la iglesia, cuando necesitan ir al baño tiene que pagar tres pesos, a pesar de las incomodidades, las mujeres, hombres y niños de la palma, llegan a las diferentes iglesias de la capital chiapaneca, para hacer posible una parte de la tradición católica.