lunes, 14 de marzo de 2011

Sin Marcha, Sin Gas, y con los huevos en la mano

Querido Diario... jajajajaja.

Dedicado a tanto miércoles de ceniza que me he topado en la vida...

A veces el trabajo periodístico suele ser arriesgado, tiene consecuencias enormes algo que se deje de escribir o en su caso, se pulique, pueden ser el resultado de unos buenos golpes, o en su caso de la misma vida.

Pero algunas veces al igual que los toreros que sortean su vida ante la majestuosidad y peligrosidad de una bestia con filosos pitones, no mueren a consecuencias de las heridas de sus verdugos, si no de la manera menos esperada, y quizá hasta ilógica, chusca o absurda.

Y, es lo que creo estuvo a punto de pasarnos a mis colegas y a este servidor, luego de tener un día de luchas titánicas para estar en eventos y sucesos, sin saber si quiera que el mejor nos lo deparaba el mismo destino.
Resulta pues paradójico que a veces la vida nos pone pruebas, que día a día superamos y como dijera el colega Mariano Jiménez, a veces ni sabemos como le hicimos para terminar el día.

El día Domingo, es decir ayer, mientras regresábamos de un evento, en mi camioneta ranger 87, que por cierto para encenderla tenemos que empujarla y arrancar, pues padece de la marcha, nos dispusimos a guardarnos ya que el trabajo parecía acabado, pero como es costumbre antes de retirarnos decidimos entre el equipo cooperarnos para comprar unos bocadillos y disfrutar una exquisita platica.

Por lo que rápidamente nos dirigimos a comprar gas, pues para variar no había, y de paso ir por los víveres.
Todo iba excelente y como de costumbre íbamos hablando de la política, de lo que viene, de los movimientos de las piezas en el ajedrez de la polaca, y de la actitud de los jóvenes en estos días donde se están volviendo más participativos, llegando estábamos a la gasera que se encuentra en la carretera a Cárdenas, cuando de repente escuchamos un estruendo que venia de la parte baja de la camioneta, la cual los buenos amigos le apodaron “La Cheyen”. El primer reflejo de este su servidor fue el frenar, pero traté de disminuir la velocidad poco a poco, y ya abajo, sin apagar el motor notamos que las llantas estaban bien, el motor estaba en su lugar, que la caja funcionaba, pero al inspeccionar más a detalle, nos dimos cuenta que la Marcha se había caído, ¡Oh calamidad! Casi 2 horas buscando la mugrosa marcha en plena carretera, entre los montes, y nada, nunca apareció.

Aun así y como la camioneta no se había parado, pues decidimos arriesgarnos y en lugar de regresarnos nos fuimos a llenar un tanque de gas de esos de 4 kilos, y bueno, nuestro controvertido amigo el licenciado en psicología Mariano decidió poner el tanque en la parte trasera, ya en la ciudad de Comalcalco, compramos a nivel campesino unos huevitos y jamón, y doblando estábamos a la calle Ferrer León, cuando el pelo de mi acompañante de manera inexplicable se tiñó de color arena, y a su vez sus rizos volaban nublándole la visibilidad.

¡Párate, párate! Fueron las primeras palabras, yo pensé pero no lo quise decir, ¡Ya nos agarró el tsunami!, pero me interrumpió la voz desgarradora del Psicólogo “es el gas, se está saliendo, párate antes que me desgracie”.

El humo era intenso en la cabina, y el ruido de la fuga era ensordecedor, de pronto sin que terminara de estacionar la camioneta se bajó el valeroso y heroico licenciado y puso el tanque de gas sobre el piso y empezó a gritar desgarradamente “AGUUAAA, AGUUA” pero Tlaloc quizá o no estaba o se hacia el desentendido, mientras inesperadamente la gente empezó a correr, otras y otros gritaban, “VA A EXPLOTAR”, y no faltó uno que otro guey, que a manera de guasa hacia el tormento más angustioso “¡UN TALIBAN, LLAMEN A LOS GRINGOS!”. Y ahi estabamos entre la no saber que hacer y la desesperación de una explosión. Cuando una bella dama, valerosa de igual manera y periodista, pues iba con nosotros, regresó con una cubeta de agua, que vaciaron sobre el fastidioso tanque.

Entonces con mucho cuidado el héroe de mil batallas y psicólogo de profesión pudo cerrar la válvula, con una meticulosidad que daba miedo, pues para cerrar la maldita valvula, se tiró al suelo, se arrastró hasta donde el tanque y dando dos vueltas en el piso llegó hasta donde la fuga y con las puras llemas logró mitigar el escaso gas que quedaba.

Ya de regreso, sin marcha, con los huevos y el jamón en la mano y sin gas, nos dispusimos a reírnos y a darle gracias a Dios porque no pasó a más. Una aventura más de Chompipe de la cual creemos salimos bien librados… Por lo pronto, mientras son peras o son manzanas, hay que cuidarse en estas fechas santas. Saludos.